Abrazar es estrechar a alguien entre nuestros brazos en señal de cariño. Pero nos dice la Real Academia Española que, entre sus varias definiciones, abrazar también es comprender, contener, incluir.
Y eso es parte de lo que nos quiere compartir el escritor uruguayo Eduardo Galeano en este magistral libro cuya primera edición es de 1989 y que se compone de 192 “abrazos”, convertidos ellos en relatos breves y humanizantes, y que abarcan temas universales como el amor, la política, la cultura, la sociedad, el poder, la vida…
Antes de dejarnos abrazar por estos sonetos, Galeano comienza con la frase, “Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón.”
Y es que estas cápsulas son asimismo memorias, rodeadas de ilustraciones fantásticas, producto de sus vivencias y sus pensamientos. Memorias de alegría y tristeza, de reclamo y justicia, de lucha y poder, de tragedias y de amor.
Aunque cada abrazo es distinto e independiente, el libro se lee con brutal fluidez. Su estilo narrativo poético es inteligentemente creativo, claro y sencillo, y lleno de alegorías. Y es tan efectivo que con pocas palabras logra hacernos reflexionar profundamente.
Desde el primer relato titulado “El Mundo” Galeano nos invita a su obra y nos abraza con la historia de un hombre de un pueblo costero de Colombia, quien subió al cielo para contemplar la vida humana. “El mundo es un montón de gente, un mar de fueguitos… cada persona brilla con luz propia entre todas las demás… hay gente de fuego sereno, que ni se entera el viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.”
Y así comienza, enriqueciéndonos, haciéndonos pensar en nuestra condición humana, en lo que somos, en nuestra vida. En “El diagnóstico y la terapéutica” nos habla de la inconmensurable fuerza del amor:
“El amor es una enfermedad de las más contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, o por la ausencia de los abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces… el amor se puede provocar, pero no se puede impedir. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo…”
Con gran humanismo Galeano nos comparte en otros abrazos sus pensamientos sobre la amistad, la libertad, y la dignidad. En algunos relatos podemos evidenciar el aprecio a sus contemporáneos como Julio Cortázar, Juan Gelman, y Mario Benedetti, así como también breves referencias personales sobre su exilio.
Aunado a ello, Galeano nos comparte abrazos de protesta y activismo social cuando nos expresa en diferentes versiones la perversidad de “El sistema” y lo destructivo que han sido los gobiernos en diferentes países de Latinoamérica:
“Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las víctimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.”
Adicionalmente, en las variantes críticas al sistema capitalista, Galeano no nos permite olvidarnos de los grupos más lastimados y marginados en Latinoamérica, los pobres y los indígenas, en “Los nadies”:
“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.”
Y por supuesto, encontramos menciones nada honorables sobre el aberrante poder de los medios de comunicación en “La televisión/2”:
“La televisión, ¿muestra lo que ocurre? En nuestros países, la televisión muestra lo que ella quiere que ocurra; y nada ocurre si la televisión no lo muestra. La televisión, esa última luz que te salva de la soledad y de la noche, es la realidad. Porque la vida es un espectáculo: a los que se portan bien, el sistema les promete un cómodo asiento.”
Sin obedecer un orden lineal, en donde se intercalan continuamente historias coloridas con aquellas grises, “El libro de los abrazos” es generosamente enriquecedor. En momentos nos despierta a actuar y en otros nos reconforta por su calidez humana.
Son muchos los abrazos que comparte Galeano, todos ellos valiosos y llenos de aprendizajes de la vida. Si te topas con este libro, déjate abrazar por él. Lo recomiendo ampliamente.