Yo sé que a más de uno nos causa un dolor de estómago el solo hecho de escuchar el nombre de Donald Trump. Y escucharlo hablar es un verdadero suplicio.
Pero he estado pensando, desde hace algún tiempo atrás, que de toda la barbaridad republicana que desfila en la pasarela de selección interna, Trump puede ser lo mejor que les puede pasar a los demócratas si gana la nominación presidencial para representar al partido del elefante.
Es simplemente un escenario que veo muy factible y no seré el primero en especularlo. Pero de quedar Trump, es casi seguro que los demócratas obtengan la presidencia.
Es más, me voy a ir todavía más al futuro: Trump incluso será lo mejor que le puede pasar al partido republicano una vez que haya sido el candidato a presidente y haya perdido la presidencia.
Pero vayamos en orden.
Ya han comenzado las elecciones primarias en los Estados Unidos y poco a poco van autoeliminándose los candidatos republicanos que ven lejos sus posibilidades de representar a su partido.
Pero todavía quedan (ya son menos) algunas obstinadas y voraces sanguijuelas que se rehúsan a desprenderse de la luminaria aun sabiendo que sus posibilidades en este proceso de pre-selección son visiblemente microscópicas.
Donald Trump se ha mantenido a la cabeza en las encuestas, pero no puede aún echar las campanas al vuelo, pues su adversario más cercano, Ted Cruz, puede arruinarle la fiesta en cualquier descuido.
Y aquí repito la palabra clave: descuido. Eso es precisamente lo que esperan los demás candidatos conservadores, que algún extraordinario evento haga que tropiece Trump.
Pero ¿qué diferencia hay entre Trump y los demás candidatos republicanos? ¿Qué más da quién quede en ese partido?
En efecto, ideológicamente no hay mucha diferencia entre los candidatos conservadores. Casi todos comparten muchos temas en común: no creen en el cambio climático, no creen en la evolución, son pro-armas, quieren tener el control sobre los derechos de la mujer, son anti-gay, anti-inmigrantes, anti programas sociales, sus políticas económicas y fiscales favorecen más a las clases altas y a las corporaciones, quieren gobernar con la Biblia, etc.
La diferencia con Trump, es que él ha acaparado los reflectores en los medios porque, además de ser un personaje polémico, famoso y extravagante, se maneja con una retórica llena de elementos vulgares, exagerados, y discriminatorios que agradan a cierta parte de la población.
En sus populares discursos ha insultado a los mexicanos, a las mujeres, a los discapacitados, a los musulmanes, a los prisioneros de guerra, a reporteros, y demás. Sus seguidores lo admiran porque “dice lo que piensa”, como si eso fuera una virtud.
Trump se ha enemistado con tantos grupos que incluso dentro del partido republicano ¡ya no lo quieren! Esto es por demás interesante siendo que ellos mismos, junto con el apoyo de Fox News, crearon a este personaje que, más que un súper héroe para los conservadores, se está convirtiendo en un villano.
Y por eso conviene que gane Trump la nominación republicana. Porque hasta en el plano internacional es el malo de la película. De no quedar Trump, alguien más moderado pudiera “recuperar” votos ya prácticamente perdidos.
En este rubro es importante mencionar también que, gracias a Trump (aunado al apoyo reciente que le otorgó Sara Palin), han despertado hasta los votantes más apáticos para registrarse a votar y no permitir un gobierno trumpiano.
Solo esperemos que Trump continúe con su misma retórica para seguir echándose a más grupos (votos) en contra y pierda la presidencia. Con ello, la victoria de los demócratas estará asegurada.
Cabe aclarar que no todo dependerá de lo que haga o deje de hacer Trump. Bernie Sanders del partido demócrata está llevando a cabo una campaña muy exitosa cuyo movimiento ha crecido admirablemente. Quien sea que logre la nominación demócrata cuenta desde ya con un tremendo apoyo.
Por otro lado, esperemos que el acenso y caída de Trump una vez pasadas las elecciones presidenciales sea también un detonante de acción para el partido republicano. Aunque claro, no tienen que esperarse hasta entonces para hacer ajustes.
A este partido le urge oprimir el botón de reset y reinventarse completamente. Su ideología ya está obsoleta y es incompatible a los tiempos y a las necesidades actuales.
Algo radical e inteligente tendrán que hacer si quieren ganarse la confianza de la población y ser tomados en serio. Para empezar, deben evitar a toda costa que gente como Trump se postulen a cargos públicos.